El destructor del mundo
por Bufón loco
«Lo primero que haré hoy después de desayunar es destruir el mundo.»
Pensó evitando salir de la confortable y cálida cama. Afuera el crudo invierno había cubierto los valles de blanco impoluto y apenas había comenzado a asomar el sol en el horizonte. Cuando veinte minutos más tarde sacó valor para incorporarse, se estiró y bostezó perezosamente. Se acercó lentamente a la ventana y levantó con un chirrido la descolorida persiana. Se maravilló con aquel paisaje capaz de dejar sin aliento. Que exhalaba calma. En los helados caminos no se veía ni un alma. Ni un pájaro surcando los cielos o imprimiendo sus huellas en la nieve. Ni siquiera parecía soplar pizca de viento que bamboleara los árboles pelados. Sonrió.
«Así debe ser un mundo sin vida.»
Se dirigió tambaleante a la sucia y anticuada cocina, donde preparó una gran taza de café solo humeante en una vieja cafetera de hierro fundido. Agarró el recipiente y dejó que el calor se transmitiera a través del tacto hasta los débiles músculos de sus envejecidas manos. Inhaló el aroma y se regocijó con la hirviente bebida fluyendo por la garganta. Insuflando renovada vida a su anciano cuerpo. Al finalizar sintió que estaba rebosante de fuerzas. Fuerzas para llevar al fin su propósito a buen puerto.
«Si Marga siguiese viva habría querido que lo hiciese.»
El recuerdo de su esposa fallecida hacía ya cinco años regresó a su mente como un fantasma. El como lo apoyó siempre hasta en el más absurdo de sus proyectos. El como con su maravillosa sonrisa lograba que todo respirase magia. Que todo pudiese lograrse. Como aquella vez que «bajó» la luna y las estrellas, y se las entregó en el interior de un paquete por su cumpleaños.
Unas lágrimas involuntarias resbalaron por sus mejillas, y no pararon de brotar hasta que su respiración se calmó y logró alejar de la mente a su fallecida compañera.
«Tengo que terminar lo que empecé. Cuando ella se marchó todo se fue al traste. El sueño de mi vida sepultado entre recuerdos que jamás regresarán. Hoy es el día. Hoy lo desenterraré.»
Se quedó ensimismado con el rítmico movimiento de las manillas del antiguo reloj de pared de su padre colgado sobre el polvoriento papel pintado pasado de moda. Con cada «tic tac» un segundo menos de aquella solitaria vida. No permitiría que la manilla girara un grado más.
«¿Seré capaz de hacerlo? Ha pasado tanto tiempo… Tengo miedo de no ser capaz…»
No dejó que la duda siguiese socavando su voluntad. Golpeó con furia la mesa y lo hizo. Cogió su vieja pluma y un folio en blanco de un cajón del escritorio. Leyó con ansia la última hoja de un montón que reposaba a un lado. Continuó escribiendo justo donde lo había dejado hacía tantos años. Escribió y escribió sin descanso hasta que concluyó su novela inconclusa:
«…Chasqueó los dedos y la vida de aquél maldito mundo sin sentido se extinguió.
FIN»
XZ,
Muy bueno, me gustó mucho. Saludos
¡Muchísimas gracias por comentar! Este relato iba a ser uno de mis Microcuentos con ese inicio y final, pero al final me he liado y fui dando forma a esta tierna historia (De título claramente traicionero para que se piense algo completamente diferente). ¡Me alegro que te gustara. ¡Nos leemos!
Con mucho placer!
La ternura de lo cotidiano resonando en el vacío de una vida que conoció el amor y la compañía, pero ahora ya no. En lugar de un final terrible, descubrimos el aliento de la compañera fallecida en la pluma del protagonista. Leyendo tu relato me han venido ganas de leer textos tuyos más largos. Un saludo.
¡Muchísimas gracias por comentar colega! Normalmente no me pongo límite cuando escribo, y a veces como es el caso voy hilando una historia a partir de una idea simple (Esta iba a ser un micro cuento), y salen cosas como esta (Que por otra parte surgió la idea hablando de la de veces que destruyó el mundo con mis historias XD). Por cierto, otro relato largo lo tienes en la anterior entrada «La vacuna»… Te gustará XD. ¡Nos leemos!