
I
Encima de un túmulo de rocas situado en el centro de un pequeño claro del bosque de Vorian, Lucia esperaba sentada como todas las noches la llegada de su gran amor. Era medianoche ya pasada, y la primera de las lunas brillaba con fuerza en lo más alto, acompañada por miles de titilantes estrellas que hacían del firmamento el más bello espectáculo que ojos algunos habían podido observar jamás. Rodeando el claro, un muro impenetrable de árboles dejaba caer las primeras hojas del otoño, las cuales volaban suavemente mecidas por el viento hasta encontrar el reposo sobre el tupido manto de hierba que cubría cada palmo del suelo.
El silencio sepulcral de aquel solitario lugar fue roto por el lejano ulular de un búho. Y Lucia asustada se desvaneció en un instante como si fuera niebla llevada por la brisa. A los pocos segundos, su imagen volvió a tomar forma cuando se dio cuenta de que el origen de aquel leve sonido provenía del viejo “Guardián del Bosque”, que como cada día desde su llegada a aquel mágico bosque, la avisaba de su inminente llegada para saludarla.
Un suave aleteo entre las copas de los viejos árboles dio paso a la llegada de la imponente presencia del mas anciano ser de todo el bosque. Un enorme búho de fantásticos colores bajo planeando y se posó tranquilamente sobre una roca cubierta de musgo justo en frente de Lucia, y mirándola con unos inmensos ojos que reflejaban como agua cristalina la imagen del cielo la dijo: – Buenas noches bella dama. ¿Todavía sigues aquí quieta como un pasmarote?-
-Sabes que esperare lo que haga falta a mi querido Ellar. Él me prometió que volvería – Los pálidos labios de Lucia temblaron al decir estas palabras, ya que la larga espera la estaba haciendo perder poco a poco la esperanza de volver a ver a aquel hombre que la había robado el corazón.
-Mira pequeña, si algo he aprendido a lo largo de toda mi existencia, es que no se puede confiar en la palabra de un ser que está condenado desde el primer día de su nacimiento. Tu misma deberías saberlo de primera mano…- A pesar del tono de reprimenda que había usado el guardián, su afable voz tenía la peculiaridad de transmitir calma a sus oyentes, y a pesar de que Lucia no era más que un espíritu ese efecto seguía haciendo efecto en ella.
-Pero Ellar era… es…- Lucia no sabía que decir, y si hubiera estado viva habría estallado a llorar. ¿Cómo era Ellar? A decir verdad, ni ella misma lo sabía.
-¿Diferente? Si claro, esa es la palabra que querías decir. Es la palabra que todos usan cuando no son capaces de explicar algo. Pero a raíz de tu insistencia en usar esa palabra cada noche, me surge una duda… – El “Guardián del Bosque” al decir esto la miro fijamente a sus ojos – ¿Qué tiene de diferente ese Ellar del que tanto hablas? Por más que lo pienso no puedo imaginar en que puede ser distinto un simple ser humano…-
-¿Ellar? ¿Mi Ellar? – Sus ojos relampaguearon de la alegría que sintió de tener la oportunidad de rememorar los mejores recuerdos que guardaba en su interior y compartirlos con alguien. Estaba tan sola en aquel olvidado lugar – ¿Sabes que es la primera vez en todos estos años que me preguntas por él? Y de él podría pasarme hablando meses enteros. De su porte. De su humanidad. De su maravillosa personalidad. De su…-
-De lo que no tengo ninguna duda es de que estas enamorada. Aunque te recuerdo que el amor suele cegar la mente y los recuerdos de aquel que está enamorado. Esto en si no es malo, pero tiende a distorsionar la realidad, y a veces… Pero bueno, ¿Quién soy yo para dar lecciones morales?- El “Guardián del Bosque” calló después de decir esto, y con la mirada apremio a Lucia para que iniciara la historia.
Lucia sonrió, y después de tomarse una pausa para que los recuerdos acudieran como un torrente de nuevo a su memoria, comenzó a hablar sobre su relación con Ellar. La única razón por la que se había quedado atada al mundo terrenal.
II
“Conocí a Ellar hace muchas estaciones, en el momento en que los Grandes Oráculos predicaban a los cuatro vientos que el fin del mundo estaba ya demasiado cerca como para hacer algo por cambiarlo. Habíamos dejado atrás el más duro invierno que nadie recordaba, y por todos lados venían rumores sobre un demonio que avanzaba lenta pero inexorablemente por todo Ranacoth, arrasando cuanto estuviera en su camino. “La Muerte Púrpura” lo llamaban los lugareños, y cuando a nuestro pueblo llegó la noticia de que aquel ser surgido de los más profundos infiernos estaba a muy pocos días de nuestro hogar, la gente comenzó los preparativos para un largo viaje sin destino con el fin de alejarse de aquella plaga que iba asolando todo el continente.
En aquellos momentos yo no tenía más que 16 años, y era la hija única de una familia muy humilde que se había dedicado durante generaciones al pastoreo y al cuidado del campo. Así que puedes imaginar el duro golpe que nos propinó el destino al hacernos abandonar nuestro hogar de manera tan precipitada. Como consecuencia de esta fatídica situación, mi padre cayó en el consuelo de la bebida y en un par de días había sufrido un cambio drástico en cuanto a comportamiento se refiere. En donde antes había un hombre alegre y hablador, había en esos momentos un hombre silencioso con la mirada triste y perdida, como si intentara traer de nuevo los buenos años que dejábamos atrás. Pero sí sólo hubiera sido eso, yo no me habría visto obligada a huir del seno de mi familia.
Recuerdo con especial claridad la noche que debía preceder a nuestra marcha. Habíamos dejado preparado todo y mi madre me instó a que me acostara pronto mientras ella esperaba a que padre llegara de su larga estancia en la taberna ahogando sus penas en cerveza. Lo cierto, es que ante aquella situación me fue imposible pegar ojo, ya que cada segundo que pasaba iba rompiendo poco a poco los lazos que había ido formando a lo largo de los años con aquel lugar. Es por eso que estaba despierta cuando el sonido inequívoco de la puerta al cerrarse indico la vuelta a casa de mi padre. A esta llegada le siguieron una serie de ruidos, y fue cuando escuche gemir a mi madre cuando decidí levantarme para comprobar que ocurría. Despacio sin emitir ni un sonido me levante de mi cómoda cama de paja, me dirigí a la puerta que comunicaba con el comedor y a través de una rendija pude ver la violenta situación.
Mi madre se hallaba tirada en el suelo, rodeada de los utensilios y adornos que habían decorado la casa. Mi padre se encontraba inmóvil de pie frente a ella, con un puño cerrado y con el otro sosteniendo un grueso cinturón de cuero. En unos instantes mi padre avanzó trastabillando un paso, se agachó, agarró por el cuello a mi madre y la levantó hasta poner su rostro junto al suyo. Entonces dijo aquella frase.
-Cariño… ¡Hip¡… Esto lo hago por tu bien… ¡Hip!-
Y sin más preámbulos, comenzó a golpearla sin compasión, haciendo que la sangre manara de su rostro hasta que su cuerpo se quedó inerte como un pelele. A pesar de ello siguió castigándola durante incontables segundos, hasta que reparó en mi presencia.
Al observar aquella terrible escena, me tape la boca para evitar emitir un grito de horror, y poco a poco fui avanzando hacia atrás sin perder de vista la escena. Entonces fue cuando tropecé con la silla, y cuando llame la atención de aquella persona que hasta entonces había llamado “padre”. Él se giró en mi dirección y dejo caer lo que quedaba de mi madre contra el suelo de manera brusca. Le mire a la cara y note por primera vez en mi vida el auténtico significado de la palabra “miedo”. Unos ojos vacíos de sentimientos eran los que me observaban, y las facciones de la cara de aquel hombre al que había querido tanto, estaban desfiguradas formando una grotesca mueca que nada tenía que ver con nada que hubiera visto en anteriores ocasiones.
Avanzó lentamente hacia la dirección en la que me encontraba sin dejar de sostener el cinturón con el que había golpeado a mi madre. Y fue en esos momentos, al sentirme acorralada entre las cuatro paredes de mi habitación, cuando sacando de mi interior esa fuerza que se saca sólo en las situaciones más críticas, salí corriendo en dirección a la puerta de salida, arroyando y echando a un lado de un empujón a aquel hombre. Escape al exterior y comencé a correr sin rumbo, alejándome de todo aquello que había conocido hasta entonces, mientras poco a poco iba dejando atrás los sollozos que salían del interior de mi casa.”
III
“Corrí durante toda la noche, hasta que mis piernas dejaron de responder y caí rendida sobre un suelo cubierto de flores, justo al lado de un arroyuelo fruto del deshielo que bajaba con absoluta calma desde las lejanas montañas. Miraba hacia todos lados con nerviosismo, esperando encontrar de un momento a otro la figura de mi padre buscándome para rematar la faena que había iniciado la noche anterior. Pero a pesar de mi miedo, esto no llegó a producirse y pude pasar una buena cantidad de tiempo sintiendo la suave brisa primaveral acariciando mi cuerpo y el tranquilizador murmullo de las aguas fluyendo y golpeando contra las rocas.
Fue cuando me encontraba en esa idílica situación cuando le vi a él por primera vez. Y con ese encuentro casual en algún lugar de las inmensas y florecidas planicies de Ranacoth se iniciaron los acontecimientos que harían de mi vida una experiencia plena, movida únicamente por el amor.
Si te digo la verdad, en todos los años que había estado viviendo en el pueblo nunca había contemplado el imponente aspecto de un príncipe. Es por eso que me quede maravillada al ver aparecer por el horizonte la figura solitaria de un caballero ataviado con una brillante armadura de Purpurita. Andaba con paso lento pero firme, y su larga melena oscura ondeaba al viento, dando a su presencia el aspecto de uno de esos héroes de los que suelen hablar las leyendas. Poco a poco se fue acercando hacia mi posición y cuando se encontró a muy pocos metros, se quedó parado contemplándome con unos ojos azules que competían en belleza con el cielo que nos cubría. Su rostro no mostraba ningún tipo de señal de lo que fuera que pasara por su cabeza, pero una mirada más atenta me desveló que a pesar de las arrugas que se le formaban en su particular rostro, no era tan viejo como aparentaba a simple vista. No sé decir el por qué, pero asustada como había estado durante toda la noche, la aparición de esa persona hizo desaparecer de golpe todo el terror que me había estado dominando. Así que desposeída de temores le mire fijamente, esperando con ansia unas palabras de aquel ser divino.
Pero esas palabras no llegaron nunca. Siguió impasible mirándome fijamente a los ojos como intentando ahondar en mis más profundos sentimientos, hasta que llegado el momento me tendió una mano, la cual yo acepte con toda la ilusión del mundo.
Ya te he dicho que no pronunció ninguna palabra, pero estoy segura de que durante el rato que estuvo delante mía observándome, había estado nadando dentro de mis recuerdos y temores, desgranando cada parte de. Por qué el suave tacto de su piel al ayudarme a levantarme hizo que corriera dentro de mí una sensación de bienestar que sólo puedo explicar con una palabra: Comprensión.”
IV
“¿Has sentido alguna vez el cálido abrazo del amor? ¿Esa unión entre dos amantes en la que no hace falta decir palabras para saber lo que se piensa? ¿Esa sensación de estar protegido por alguien que te comprende? No, claro. Tú eres uno de esos dioses menores, y no llegas a comprender el auténtico alcance que tienen los sentimientos humanos. ¿Y sabes? Son esos sentimientos los que realmente nos diferencian de vosotros. Tenéis poder para crear y deshacer lo que os venga en gana, pero en vuestra eterna vida no sentís que realmente tenéis poder sobre vuestros actos. Dependéis de que las gentes crean en vosotros para existir, lo cual hace que sin seres que crean en vuestra existencia, no seáis más que volutas de humo que desaparecen en el aire cuando el incendio está apagado. En cierto modo, vosotros sois un tipo de sentimiento. Muy diferente al amor o al odio, pero un sentimiento al fin de al cabo. Por eso mismo, no espero que entiendas lo que ocurrió después entre Ellar y yo. De todas maneras ya que me lo has pedido, y para mí es un auténtico placer traer de vuelta los mejores momentos de mi vida te contaré lo que ocurrió después de aquel maravilloso encuentro.
Cogimos la dirección desde la que había llegado Ellar, y caminamos durante días recorriendo sin descanso campos plagados de las más maravillosas flores. De vez en cuando atravesamos alguna aldea devastada por aquel demonio del que no se había dejado de hablar en los últimos tiempos. En cualquier caso, a pesar de que recorrimos distancias enormes, no encontramos ni rastro de dicho monstruo más que la huella inequívoca de su paso por los pueblos. ¿Era posible que hubiera desaparecido así sin más?
Después de un largo tiempo sin cruzarnos con nadie, llegamos hasta las orillas del Gran Lago, un lugar rodeado de altísimas montañas y espesos bosques en el corazón del continente. Sólo con mirar a Ellar a la cara supe que era el lugar al que me había querido llevar desde el inicio de nuestro viaje. Nos sentamos sobre una roca desde la que se podía observar toda la extensión de sus calmadas aguas, entrelazamos nuestras manos y nos quedamos un rato en silencio mirando el reflejo de las formaciones montañosas en la superficie del agua, mientras el sol se ocultaba poco a poco dejando paso a la noche.
¿Puedes creer que hasta ese momento no había escuchado la voz de Ellar? ¿Qué ni siquiera sabía su nombre? Había aceptado sin reparos el acompañarle en una travesía de la que desconocía el final. Y en esos momentos me encontraba en el lugar más bello que nunca había podido soñar junto a esa persona que me había acogido en su regazo cuando el miedo y la soledad eran lo único que me quedaba.
-Nunca imagine que pudiera existir un lugar tan maravilloso… Y me siento tan bien a tu lado… ¿Cómo llegaste a mí, ángel mío? Ni siquiera sabes mi nombre…- Dije entre murmullos.
-Lucia… No puedes tener otro nombre. Delicada como la luz del amanecer que siempre he adorado. Dulce como la fragancia de estas flores de primavera. Bella como el paisaje que contemplamos…- Su voz profunda resonó por encima del cantar de los pájaros y me hizo amarle con aun más intensidad de la que había sentido hasta ahora.
¿Era Lucia mi auténtico nombre? Desde luego no era el que me habían puesto mis padres al nacer, pero pasó en un instante a ser el único al que respondería. Pero… ¿Cuál era el suyo? -¿Cómo puedo llamarte amor mío? No encuentro palabras para describirte, y créeme si te digo que en la naturaleza no hay comparación a lo que siento cuando te contemplo… Por favor…-
-Puedes llamarme Ellar, pero no quieras saber más de mí, que mi nombre…- Dijo esto mirándome a los ojos. Y contemplarlos en esos instantes me hizo latir con tremenda intensidad el corazón.
-No necesito saber más que eso, amor mío… Ellar…- Al decir esto, no pude evitar el acercar mis labios a los suyos para aplacar el agradable calor que subía por mi cuerpo.
Y de esta manera comenzó aquella noche en la que alumbrados por todas las estrellas del firmamento nos entregamos a la pasión y al deseo, con el único testigo de una luna temerosa de salir de su escondite para no molestar con su presencia la más grande muestra de amor que puede existir en el universo.”
“A esa noche la siguieron muchas más, y cada día que pasaba el amor crecía, hasta hacerme sentir la persona más querida de toda la existencia.
V
¿Puede alguien sentir tamaña felicidad? Como respuesta a esa pregunta, sólo puedo decir que dudo que haya existido nunca un amor tan sincero y puro como el que nos profesábamos Ellar y yo. Pero un día, para mi desdicha, llego sin previo aviso el momento de nuestra separación.
Ocurrió cuando las margaritas comenzaban ya a marchitarse por el calor del recién llegado verano…
Lucia paró de relatar su historia, y un pinchazo en su cabeza la hizo emitir un alarido de dolor que hizo temblar todo el bosque. ¿Qué le ocurría? Por más que intentaba recordar esos últimos hechos, no era capaz siquiera de evocar la más mínima imagen del ultimo día con Ellar… Sólo recordaba la promesa que éste la hizo de regresar a buscarla, y eso hasta entonces la había bastado. Pero ahora que tenía un oyente dispuesto a escucharlo todo necesitaba traer de vuelta ese recuerdo. Porque para un espíritu, los recuerdos de su pasada vida son lo único que le queda.
-Pequeña… No recuerdas esos últimos momentos ¿verdad? – El búho habló con tono paternal, y la miró con cara de lastima. – ¿Sabes? En eso que has dicho de que los dioses no sabemos lo que es amar y ser amados te doy la razón. Dependemos demasiado de lo que la gente piense de nosotros. Pero lo que si te puedo asegurar es que sentimos compasión por todos los seres que hemos creado. Por eso mismo no dejaré que recuerdes el final de vuestra historia. Es mejor que sigas esperando por siempre jamás a Ellar con la ilusión de volver a verle como le recuerdas, que llevarte con mis palabras hasta el descanso eterno alejada de los sueños formados por ese sentimiento tan inmenso llamado amor… Así que vas a tener que disculpar que te deje en este momento a solas con tus buenos recuerdos. Piensa que por lo menos has tenido la suerte de vivirlos… Adiós pequeña… Sólo espero que nos volvamos a ver.
Lucia no respondió a lo que la acababa de decir el Búho, simplemente se limitó a mantener la mirada perdida, mientras la sombra del “Guardian del Bosque” se alejaba volando del claro. Y allí se quedó para siempre jamás esperando el regreso de aquel hombre que había marcado su vida, y con el que aún suspiraba después de muerta.
VI
El “Guardián del bosque” voló durante días hacia los límites del mundo, el lugar donde le aguardaban el resto de dioses. Empezó a descender despacio cuando vio la enorme columna de luz que indicaba el lugar donde se iba a celebrar el concilio. Al tomar tierra, un aura cegadora se extendió entre los cientos de asistentes, y de ella surgió su auténtica forma. Una forma humanoide vestida de una blanca túnica no muy alejada en facciones a los humanos corrientes. Corrió entre el pasillo de figuras expectantes, y al llegar a la columna de luz, se elevó en el aire como sujeto por hilos invisibles. Se hizo el silencio entre los asistentes, y entonces elevando la voz dijo las siguientes palabras:
“Hermanos, el universo que creamos hace incontables Eones está cerca de dejar de existir. He hablado con ella como me ordenasteis, y ahora que conozco las razones que han llevado a Ellar a aniquilar completamente la raza humana, puedo asegurar que no nos queda más que aguardar nuestro final. ¿Cómo podíamos saber que crear una raza tan corrupta como la humana daría como resultado semejante monstruo? Sí, sabemos que el amor le alejó durante un tiempo de su odio, pero como también sabéis, este sentimiento le acabo de llenar con aún más odio cuando un grupo de asaltantes aprovechó que había salido a cazar, para violar y asesinar a Lucia. Ahora que ya no quedan humanos que nos recen, nuestro poder ha disminuido considerablemente dando como resultado que la línea que separa nuestro mundo del humano ha desaparecido. Solo es cuestión de tiempo que Ellar encuentre el camino y entonces… ¿A qué dioses podemos rezar nosotros para evitar nuestro final?”
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Aquí el segundo relato de los tres que tienen como protagonista principal a Ellar. En el pretendí mostrar la parte humana del personaje y como en algún momento amó.
Espero que lo disfrutéis y os quedéis con ganas de leer el final de esta historia que re-subiré la próxima semana