La última lección
Dijo el viejo maestro a sus tres mejores alumnos una noche de invierno bajo el cielo salpicado de estrellas: -Hoy es la última clase. De esta reunión saldrán auténticos guerreros de honor o simples gusanos sin futuro en este mundo hostil.-
Ki, el más joven e impulsivo de los alumnos no tardó en replicar: – ¿Pero como maestro? Aún no estamos preparados. Necesitamos más tiempo.-
– No tenéis ese tiempo. Ha de ser hoy pues mañana estaré muerto. Ya sea reunido con los grandes maestros del pasado o condenado al olvido.- El rostro surcado de grietas y cicatrices se ensombreció.
Yin el más estudioso de los tres jóvenes tomó la palabra: – Maestro ¿Qué tarea nos tienes lista como última prueba de valía?-
– No existe última prueba. No todo en la vida son pruebas. Aprender a ser uno con el presente es la mayor prueba.- Dirigió la mirada al joven Ki: – Dinos Ki. ¿Qué sientes en este mismo momento?-
–Siento el frió aire soplando entre la hierba. La tranquilidad de la noche… Y algo parecido a un nudo en el estómago…– Tragó saliva: – Siento… Miedo de lo qué nos depara el futuro.-
– El futuro solo nos depara un mismo destino a todos. El como lleguemos a él es únicamente cosa del presente. Y Ki, ese miedo es posiblemente lo que nos hace humanos. Sigamos. ¿Qué sientes tú Yin?-
Al sentir la mirada del maestro Yin sintió un escalofrío. Esta era la lección definitiva, y posiblemente su respuesta la diferencia entre la mediocridad o la eternidad: –Siento bajo esta bóveda de estrellas que puedo alcanzarlas todas. Qué tengo control sobre las constelaciones y que están ahí colocadas únicamente para iluminar mi camino por esta tierra cuándo usted ya no esté.-
– Siempre has sido mi alumno con mayor ansia de superación. Si continúas tu travesía así, estoy seguro de que serás capaz de realizar grandes proezas y que tú nombre será recordado. Más eso a tí no te valdrá de nada, salvo para vivir con orgullo. Prosigamos. Escuchemos a vuestro hermano. Yang, ¿Qué puedes aportar a esta última lección?-
Yang que hasta el momento había permanecido en el más absoluto silencio se humedeció los labios y mirando fijamente los ojos del maestro escupió con rabia las siguientes palabras: – ¡Esto es absurdo! ¡Vivimos en constante competición! ¡Esforzándonos por quedar por delante unos de los otros! ¡Luchando por alcanzar el primer puesto! ¡Pisando cráneos si es necesario para alcanzar el objetivo! ¡Esas fueron siempre sus enseñanzas! ¿Dices ahora que hablemos de nuestros sentimientos? ¡Ja! –
La hoja de la katana que había desenvainado mientras soltaba esas amargas palabras brilló con el resplandor de la enorme luna llena que les observaba desde las alturas.
Ki y Jin echaron con extrema celeridad mano a las empuñaduras de sus filos. Fué su último gesto antes de que sus cabezas se separaran del cuerpo sin que pudieran soltar ni un alarido. El mismo destino le llegó al viejo maestro. Pero a diferencia de los dos alumnos en su cabeza quedó grabada una gran sonrisa de satisfacción. Los últimos pensamientos que se formaron en su interior fueron:
“Al menos uno de ellos sí ha comprendido el significado de mis enseñanzas. Puedo morir tranquilo”